Comentario diario

Transfigurados

En la rutina de la vida, hay momentos que lo cambian todo. Una conversación, un atardecer, una canción, una mirada. Son como pequeñas ?transfiguraciones?: instantes en los que algo cotidiano se vuelve sagrado, luminoso. Eso es, en parte, lo que les pasó a Pedro, Santiago y Juan cuando subieron con Jesús al monte.

Jesús se transfigura mientras ora. No hace un milagro ni predica. Simplemente reza. Y en ese momento de intimidad con el Padre, se revela su verdadera identidad: su rostro brilla, sus vestiduras resplandecen. A veces pensamos que para experimentar a Dios hay que hacer grandes cosas, pero este Evangelio nos recuerda que lo verdaderamente transformador ocurre en la oración sencilla y fiel.

Uno puede revivir ese momento como cuando se sube a una montaña después de mucho esfuerzo y, al llegar arriba, ve el paisaje entero iluminado por el sol. Todo cobra sentido. Esos momentos también los vivimos en la fe: una convivencia, una adoración, una conversación profunda, un retiro? Y, como Pedro, nos dan ganas de quedarnos ahí para siempre: ?¡Qué bien se está aquí!?

Pero el Evangelio también nos advierte: no es para quedarnos ahí. Jesús baja del monte para enfrentarse a la cruz. Esa luz que han visto no es para que se queden en la burbuja espiritual, sino para que tengan fuerza cuando lleguen los momentos oscuros.

En la vida cotidiana, hay días en que todo parece rutina: trabajo, estudios, tareas, cansancio. Y, como los discípulos, nos ?caemos de sueño?, nos adormecemos espiritualmente. Pero cuando nos abrimos a la oración, cuando dejamos que Dios nos hable, podemos despertar a su presencia y ver su gloria en lo sencillo: en un abrazo, en el perdón, en una Eucaristía vivida con fe.

Y la clave está en la frase que se escucha desde la nube: ?Este es mi Hijo, el Elegido. Escuchadlo.?

En medio del ruido del mundo, Dios nos pide una sola cosa: que escuchemos a Jesús. Que le hagamos sitio en nuestros días, que pongamos silencio al móvil y al bullicio interior para dejar que su Palabra nos transforme.

Hoy, en esta fiesta, el Señor nos recuerda que también nosotros estamos llamados a ser transfigurados. No con luces ni nubes, sino con pequeños cambios: más paciencia, más perdón, más oración. Más amor. Y que Él brille.